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José Antonio Chena, Inmaculada Salas y Ana Casado son tres seglares animadores de adolescentes y jóvenes que acompañaron al grupo de la Comunidad de Jerusalén de Zaragoza participante del viaje a Fátima y Camino de Santiago de este verano. Aquí el testimonio de su experiencia.

Para los adolescentes de la Comunidad Jerusalén era la primera vez que hacían una peregrinación. Para ellos todo era diferente a lo que habían vivido, fueron tomando contacto poco a poco con el resto del grupo, vivieron experiencias como el Rosario en Fátima donde algunos de ellos portaron a la Virgen, y la Eucaristía en la que fueron consagrados al Corazón de María.

Unos días después llegamos a Tui, lugar de descanso y toma de contacto con lo que serían sus próximos días de pabellón y madrugones. En la plaza de la Catedral se inauguró la peregrinación del Camino Santiago con una Eucaristía. Fue emocionante para ellos y para los que pudimos disfrutar de una multitud de jóvenes a los pies del Señor, expectantes de lo que allí iba a suceder; otros miraban hacia todos los lugares sin saber muy bien donde estaban todavía.

Allí empezó la representación teatralizada del Camino de Emaús, que los acompañaría todos los días, guiándolos para que buscasen en su interior lo que el Señor quería mostrar a cada uno de ellos, si le daban la oportunidad de entrar en su corazón.

Las palabras de los sacerdotes que los acompañaban y las homilías de D. Carlos Escribano, obispo de La Rioja, fueron preciosas pues todos les hablaban con un lenguaje sencillo y adaptado a su momento. Estamos seguras que el Señor dejo muchas semillas en su interior.

En el Camino hubo algunos momentos especiales:

La Eucaristía en el parque de Redondela donde fue expuesto y adorado el Santísimo. Fue como si el Señor paseara entre los jóvenes.

En el paseo del río de Padrón donde los sacerdotes estuvieron durante horas confesando a los jóvenes. Impresionaba la fila de espera que había para vivir este sacramento al que tantas veces cuesta acudir.

Otra de las cosas que nos impresionó en el camino fue oír rezar el rosario a todas las diócesis, muchos de ellos no lo habían hecho nunca y a ellos mismos les impactaba, otros eran fieles a esa oración a la Virgen y la rezaban por encima de gritos o alborotos.

La entrada a Santiago, la fuerza de la juventud proclamando su Fe fue apoteósica, al igual que la Vigilia de Oración y la Misa del Peregrino a la mañana siguiente, ambas celebraciones en la catedral compostelana.

Todas estas vivencias nos hacen reflexionar sobre el texto del camino de Emaús, nos lleva a descubrir cómo Jesús camina continuamente a nuestro lado, sin que muchas veces nos demos cuenta, y a través del testimonio de otras personas nos anima a descubrir su presencia en las grandes y pequeñas cosas que vivimos.

Y también el caminar junto con tantos hermanos en la fe, nos hizo ser más conscientes de la importancia de no caminar nunca solos. El camino siempre se hace menos pesado cuando compartes con otros, cuando vas siguiendo y acompasando tu ritmo y tus pisadas a las de los otros. En nuestro caminar hacia Cristo necesitamos el apoyo de los hermanos que caminan con nosotros.

Allí termino el camino, justo en el lugar donde debe de empezar un nuevo camino, el nuestro, el personal. El que a los jóvenes les debe de llevar a descubrir su fe y su compromiso con el Señor.  Para ello necesitan mucho de todos los que nos dedicamos a guiarlos en este mundo tan convulso que les toca vivir, sacerdotes y seglares debemos continuar ayudándolos en esa peregrinación interior para que se cumpla la obra que el Señor quiera hacer en ellos.

Inmaculada Salas y Ana Casado

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