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Hola, mi nombre es Nicolás, tengo 21 años y estudio derecho, soy catequista de confirmación en la Parroquia de la Almudena, acudo al grupo de la Renovación Carismática y coordino un proyecto de voluntariado para estudiantes universitarios en la Universidad de Zaragoza. Este verano he tenido la oportunidad de participar en dos actividades que ha organizado PJ Zaragoza. Ambas experiencias han supuesto mucho para mi vida y quedarán guardadas para siempre en mi memoria. Aunque no pueda poner por escrito todo lo vivido, a continuación quiero contarte una pequeña dosis de estas dos maravillosas aventuras.

Campo de Trabajo «Sueños de Libertad» en el Centro Penitenciario de Daroca

Cuando una persona entra por primera vez a una prisión está, con perdón, “acojonado”. Son muchos los controles y puertas que se cruzan. La tensión y los nervios se palpan en el ambiente. Y cuando ves a los presos mazados, con tatuajes y con una considerable pinta de “chungos”, el miedo va creciendo. No obstante, yo fui sin ningún prejuicio, no quise dejarme llevar por las apariencias. Solo tenía un perturbador interrogante que pronto fue disipado: ¿qué tipo de conversación se puede tener con una persona privada de libertad?

Aparentemente, estas personas lo han perdido todo: amistades, dinero, el contacto con la familia y, sobre todo, la libertad. Sin embargo, hay una libertad más profunda que nadie ni nada les puede robar: la libertad de tomar las decisiones adecuadas para que la vivencia en prisión suponga una experiencia que les haga crecer como personas. Me encontré con auténticos gladiadores que superan los obstáculos que se les ponen por delante, detalles de servicio y profundas conversaciones que no se ven tan fácilmente en “el exterior”. Incluso se podía ver la alegría y el amor fraterno entre compañeros. Enseguida encontré el secreto. Ellos eran conscientes de sus caídas, de sus muchos pecados y se sentían necesitados de la infinita misericordia de Dios. El amor de Dios no lo detiene nada, ni siquiera unas rejas. Y como dice Francisco, Dios no perdona con un decreto, sino con una caricia. En definitiva, estas personas me dieron una auténtica lección de vida, ya que, a pesar de vivir en unas condiciones muy duras, no habían perdido la fe, la esperanza y el amor que solo Dios nos da.

Peregrinación a Fátima y Camino de Santiago

Antes he hablado de libertad, alegría, esperanza, misericordia… Pues bien, todo aquello lo pude experimentar en esta segunda actividad.

Además de visitar ciudades como Salamanca, Oporto o Coimbra, bañarnos en la playa de Bayona o en un río, cantar, bailar, caminar, disfrutar del paisaje y de la maravillosa gente que nos acompañaba, también hubo momentos muy especiales, como el rosario y la procesión de velas en Fátima, las eucaristías de D. Carlos Escribano, la exposición del Santísimo, confesiones en las que la gente salía llorando como magdalenas, momentos de compartir nuestra fe y nuestro modo de ver la vida o la entrada de los más de 1300 jóvenes a Santiago cantando a una sola voz.  En fin, es imposible dar detalles de todo lo vivido. Pero no puedo despedirme sin asegurar que todos llegamos a sentir que había un peregrino más entre nosotros, Jesucristo. Él te dice ahora: “Ánimo, yo camino contigo para que llegues a la mayor de todas las metas, a la meta de la auténtica felicidad”

Nicolás Heras

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