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Qué decir tras un viaje así, tras haber visitado a la Virgen de Fátima y haber hecho el camino de Santiago en un plazo de diez días…han sido muchas emociones juntas y muy seguidas.

Pilar Luzón

Ha habido momentos difíciles, sí, pero esos son los que al final hacen que la experiencia valga la pena, el haber tenido que enfrentarte a algo…a las dudas que cada uno traía, a una confesión sincera quizás tras muchos años sin haberla realizado, a un reto personal interior y en algunos casos hasta físico.

Esta clase de viajes me encantan; el año pasado en la JMJ en Polonia y ahora sin irnos tan lejos, Fátima y Santiago, el encuentro con tantas personas, con tantos jóvenes…es algo espectacular, algo que te anima a seguir, un recargar las pilas de la fe. Es el empujoncito que se necesita para afrontar el año con más fuerza, más alegría, más ganas de ponerse al servicio de los demás y en mi caso, con algo más de humildad, que buena falta me hace.

Esta peregrinación ha supuesto para mí un ponerme en las manos de Dios y saberme protegida por Él gracias a un momento clave en el camino, el día de la Reconciliación. Todos los sacerdotes que nos acompañaban se pusieron a disposición de los peregrinos para ese encuentro amoroso con el Señor, un momento grande para todo cristiano. Reconocer nuestras limitaciones y encontrarnos que Dios es infinitamente misericordioso, nos quiere con locura y nunca nos deja solos, aunque a veces podamos tener esa sensación…Él siempre está ahí.

Sólo quiero destacar otro gran momento para mí durante el viaje y fue el encuentro con Inma, una cordobesa que tuve la gran suerte de conocer y de poder ayudar un poquito cuando me pidió que le interpretara la Misa. Es sorda y nos encontramos en la fila de los baños, cuando supo que yo sabía algo de lengua de signos se puso muy contenta. Que valiente, ¿verdad? Ir a un viaje donde todas las personas son oyentes y sabes que lo más probable es que no haya nada adaptado para ti…Pues precisamente a ella quiero agradecer su ejemplo de valentía y predisposición. Ojalá todos supiéramos hacer como nos decía el Papa en la JMJ el verano pasado y salir de nuestra zona de confort para enfrentarnos a la realidad con alegría y con ganas de contarle al mundo la buena noticia de Jesús.

Para acabar quiero agradecer especialmente a Jotabé, el sacerdote que nos ha acompañado todo el viaje y se ha encargado de todo, su buen hacer y su compromiso con todos los que veníamos de la diócesis de Zaragoza.

Y como no, a Pablo, Galo, Alfonso, Celia, Joseba, Esther, Ana, Saúl, Nico, Dani, Samuel, Loli y demás por haber sido unos compañeros de viaje inolvidables.

Loli Luzón

No sé cómo ni por dónde empezar a hablar de esta experiencia, hay muchas vivencias que me gustaría explicar. Yo nací un 25 de Julio y tenía muchísimas ganas de hacer el Camino de Santiago, así que en cuanto pude me apunté, y más sabiendo que antes íbamos a visitar el Santuario de Fátima. A pesar de estar tan cerca aún no había estado y creo que no pudimos haber empezado nuestra peregrinación de mejor manera, encomendándonos a los brazos de nuestra Madre María, que nos acompañó durante todo el Camino. Aunque tengamos siempre a la Virgen muy cerca, sobre todo en El Pilar, esos días me sentí muy cerca suyo. Celebrar allí mi cumpleaños fue una experiencia maravillosa, le pude dar las gracias por lo afortunada que me siento y todo lo que me ha brindado mi madre del Cielo durante mis 20 años.

El participar en la Misa en la Capilla de las Apariciones y por la noche en el Rosario, que se rezaba en muchos idiomas, me hace darme cuenta de lo grande que es sentirme parte de la Iglesia, que es universal. Y es que, cuando te apuntas a este tipo de viajes, como a las Javieradas o sobre todo las JMJ, nunca sabes quién te va a acompañar en el camino, pero si sabes que es alguien que como tú quiere seguir a Cristo en su vida. Algo que a veces es difícil, especialmente si eres joven, ya que en el día a día lo fácil es dejarse llevar por el mundo y no nadar a contracorriente. Por eso cuando en la peregrinación te ves rodeada de tanta gente, de Málaga, La Rioja, Madrid o Córdoba, y de otras tantas diócesis que se apuntaron al plan que organizó Acción Católica sientes como si los conocieras de toda la vida, sean de Acción Católica, del Opus, Misioneros de la Esperanza o de otro de los tantos movimientos de la iglesia Católica, sabes que todos andamos hacia el mismo sitio, en el camino de Santiago y en la vida.

Un día nos propusieron hacer una fotografía de algo que para nosotros representara a Cristo y yo no pude hacer una foto, a lo largo del camino me encontraba a Dios por todas partes. En cada persona con la que tenía la oportunidad de hablar; en cada gesto o sonrisa; en ver a un padre cargando a su hijo; en tantos sacerdotes que nos acompañaban y estaban para escucharnos o lo que hiciera falta; en los rosarios y en los cantos que íbamos gritando, si la voz te lo permitía, yo me quedé sin ella el segundo día; en una madre tirando del carrito con su bebé; en gente con dificultad para andar y en las personas en las que se apoyaban; en cada descanso del camino y en todos los paisajes, como el que se ve en la foto, Galicia es un lugar maravilloso, repleto de paisajes espectaculares, llenos de verde y naturaleza.

Además de poder conocer a personas increíbles que venían con nosotras de la diócesis de Zaragoza y La Rioja, tuve la oportunidad de conocer a otros tantos de diferentes ciudades, que sin saber nada de ti se abrían y te regalaban un poco de su tiempo y de su vida. Si tuviese que resumir el Camino y lo que me llevo a casa, lo haría con una pulsera que me regaló Zenaida, una chica de Córdoba, en la que dice: “Cristo murió por mí, yo viviré por Él”.

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